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Incendios en edificios: cómo prevenirlos y cumplir la normativa en España

Incendios en edificios: cómo prevenirlos y cumplir la normativa en España

Veinte años después del incendio del Edificio Windsor, Madrid no ha olvidado el rugido de las llamas ni el crepitar que tiñó de humo el cielo nocturno. No se trata solo de un recuerdo: es una advertencia. Porque los incendios en edificios no son excepciones, sino síntomas de una enfermedad estructural que tiene tratamiento… pero requiere voluntad política, conciencia ciudadana y, sobre todo, prevención técnica.

La prevención, más urgente que nunca

En las últimas tres décadas, los incendios en fachadas de grandes alturas se han multiplicado por siete. Mientras tanto, los códigos de edificación en España siguen rezagados respecto a nuestros vecinos europeos. Alemania, Francia o Reino Unido ya blindaron sus normativas, exigiendo materiales no combustibles en ciertos edificios. España, sin embargo, continúa permitiendo componentes que actúan como combustible cuando el fuego se desata. Y así, seguimos jugando a la ruleta rusa con nuestros bloques de viviendas.

La legislación actual apenas exige lo justo en cuanto a protección pasiva y activa contra incendios. Esto, en un país donde más de 9 millones de edificios necesitan rehabilitación energética y cuya antigüedad media ronda los 45 años. La paradoja es clara: intentamos mejorar la eficiencia energética incorporando aislamiento exterior, pero muchas veces lo hacemos con materiales combustibles. Mejoramos una cosa, pero encendemos otra.

Ignifugaciones: la barrera que frena el desastre

En este contexto, cobran especial relevancia las ignifugaciones, es decir, los tratamientos aplicados a materiales y estructuras para evitar que alimenten las llamas. No es un capricho técnico ni una exageración regulatoria. Es la diferencia entre un susto y una tragedia. Entre una evacuación ordenada y una trampa mortal.

Hoy en día, tanto en Madrid como en ciudades como Valladolid, donde se mezclan edificios históricos con nuevas promociones, las ignifugaciones deberían considerarse una intervención básica, casi al mismo nivel que una instalación eléctrica en regla o un sistema de ventilación eficiente. Y, sin embargo, siguen siendo una rareza. Un gasto extra, cuando en realidad deberían verse como una inversión imprescindible.

Valladolid marca el camino con nuevas exigencias

Y mientras en Madrid se sigue debatiendo entre informes y borradores, hay ciudades como Valladolid que han decidido actuar. A partir de marzo de 2025, será obligatorio instalar detectores de humo en todas las viviendas. Una medida simple, efectiva y que salva vidas. Porque si hay algo que hemos aprendido tras cada incendio, es que los minutos cuentan. Y saber que hay humo, antes de que haya llamas, marca la diferencia.

Una normativa que se queda corta

El Código Técnico de la Edificación (CTE) necesita una revisión profunda. Urgente. No basta con hablar de eficiencia energética o sostenibilidad si no se contempla también la seguridad contra incendios de forma integral. Las fachadas deben construirse con materiales que no solo aíslen, sino que también resistan el fuego. Deben pensarse no como envoltorios estéticos, sino como escudos frente al riesgo real.

El Observatorio de Nuevos Riesgos de Incendio propone que se exija la no combustibilidad en fachadas de edificios de más de 18 metros, con evacuación difícil o gran ocupación. Además, recomiendan barreras cortafuegos horizontales y verticales para frenar la propagación. En otras palabras: diseñar edificios que piensen como un bombero.

Cuando el fuego ya ha comenzado

Y si aún nos preguntamos por qué todo esto es tan necesario, basta con mirar hacia Langreo, donde un incendio reciente volvió a poner en jaque a los servicios de emergencia. Una evacuación lenta, materiales que ardían como papel y una fachada que se convirtió en mecha. No hay casualidades. Solo falta de planificación.

España, a la cola de Europa

Mientras que otros países llevan años exigiendo pruebas rigurosas de reacción al fuego en los materiales de fachada, España sigue permitiendo revestimientos combustibles incluso en edificios de uso público o con evacuación compleja. Y aquí el problema no es técnico. Los materiales no combustibles existen, las soluciones también. Lo que falta es voluntad normativa y una concienciación real.

Porque hablar de incendios no es alarmismo: es responsabilidad. Y porque en cada bloque, en cada oficina, en cada hospital, hay vidas que dependen de decisiones que muchas veces se toman desde un despacho lejano. No es solo el edificio lo que está en juego: es todo lo que ese edificio contiene.

O cambiamos, o repetimos la historia

Necesitamos un cambio. Y lo necesitamos ya. Ignifugar los edificios, revisar la normativa, aplicar medidas como la de Valladolid con los detectores de humo, y entender que la eficiencia no puede ir por delante de la seguridad. Solo así podremos evitar que el próximo incendio sea portada. Solo así lograremos que España deje de estar a la cola y empiece a construir pensando, no solo en ahorrar, sino en proteger.

Porque el fuego no perdona. Pero la prevención, sí protege.

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