Langreo entre el humo y el susto: cocina al fuego, vecinos en vilo y una lección sobre prevención
Langreo. Jueves. Las dos en punto. Hora taurina y también hora de siesta. Pero en la calle Alejandro Ballesteros de Sama, el silencio se trocó en sobresalto cuando un zumbido ahogado dio paso a una humareda espesa que comenzaba a trepar por las ventanas de un tercer piso. Los vecinos, de los de antes, con bata, bastón y boina, salieron a la calle sin saber si la cosa venía del butano o del susto que da la vejez.
Una mujer de edad provecta —como diría un galeno con corbata y bigote fino— fue trasladada al hospital Valle del Nalón, más por susto que por otra cosa. Se encontraba bien, pero el humo es traicionero, como los políticos en campaña: no avisa, pero entra por donde menos se espera.
Un mueble, una chispa y el caos: crónica de un fuego sin épica
El incendio se originó en la cocina. Esa noble estancia donde antes se cocían fabes, se pelaban patatas y se escuchaba la radio. Ahora, con más cables que cazuelas, cualquier descuido puede convertirse en pira olímpica. Lo que se quemó fue un mueble, sí, pero el olor a humo inundó todo el vecindario como si ardiera el mismísimo pozo María Luisa.
El fuego fue contenido con rapidez gracias a la actuación diligente del SEPA, ese servicio que, con botas altas y manos firmes, acude donde otros salen corriendo. El mobiliario calcinado —uno de esos módulos que prometen resistencia pero que a la hora de la verdad crujen como galleta maría— fue el epicentro de todo.
La realidad de los extintores precios actuales es mucho más democrática de lo que algunos creen. Modelos compactos, manejables y eficaces están al alcance de todos. Y su presencia, en muchos casos, marca la diferencia entre el susto y la tragedia. Porque apagar un fuego en segundos es un lujo que no tiene precio… pero sí tiene coste, y es mucho más bajo que el de reconstruir una cocina entera.
¿Dónde estaban los extintores? Y, más importante aún, ¿cuánto cuestan?
Aquí es donde nos permitimos una reflexión con aroma a urgencia: ¿por qué seguimos sin tener un extintor para casa? Porque sí, amigos, la pregunta del millón no es si el fuego vendrá, sino cuándo. Y llegado el caso, conviene estar preparado.
Hoy en día, un extintor precio asequible no es excusa. Por menos de lo que cuesta un menú del día en cualquier bar de la zona se puede tener un extintor de polvo ABC, que vale lo mismo para una sartén rebelde que para un enchufe con ínfulas.
La cocina, ese campo de batalla doméstico
Las estadísticas no mienten: más del 70% de los incendios domésticos comienzan en la cocina. Allí donde el aceite hierve, la tostadora chisporrotea y la vitrocerámica se deja encendida tras una videollamada. No hace falta que haya trifulca ni discusión: basta un segundo, un olvido, una chispa.
El incendio de Langreo es un recordatorio de carne y hueso de que los accidentes no avisan. Y si a eso sumamos que muchos hogares carecen no solo de extintor, sino incluso de una mínima formación en cómo actuar, el cóctel está servido.
Los vecinos: la mejor alarma comunitaria
Lo más bonito de todo este episodio, si se puede decir así, fue la reacción del barrio. La solidaridad afloró con la misma rapidez que el humo. Se llamaron entre ellos, se alertaron con golpes en las puertas y alguno incluso subió escaleras corriendo —con 70 años y un bastón en la mano— para avisar al resto. España, cuando quiere, sigue siendo ese país de vecinos con alma de bomberos.
Y ahí está la otra lección: la prevención no es solo técnica, es humana. Tener un extintor es necesario. Saber usarlo, imprescindible. Pero conocer al del quinto, al del segundo y al del entresuelo es vital. Porque en estos tiempos de ascensores y grupos de WhatsApp, la vecindad sigue salvando vidas cuando los cables chispean.
Consejos de viejo periodista para hogares modernos
Desde estas líneas, y con la voz grave de la experiencia (aunque sea prestada), conviene recordar:
- Revise su instalación eléctrica al menos una vez cada cinco años. Un enchufe flojo es peor que un político ambiguo.
- Tenga al menos un extintor ABC en casa. Si es de 6 kg, mejor que mejor.
- Compruebe la caducidad. Que no pase como con el yogur del fondo del frigorífico.
- Haga simulacros. No es broma. Saber por dónde salir y cómo actuar es media victoria.
- Conozca a sus vecinos. El día menos pensado, pueden ser su bombero improvisado.
Langreo se despereza, pero con una cicatriz
El fuego se apagó, la señora está bien, y la cocina… bueno, la cocina necesitará algo más que una capa de pintura. Pero lo importante —como se dice en estos casos— es que no hubo daños personales. El olor a humo sigue flotando en el aire, como flotan los recuerdos de lo que pudo haber sido y no fue.
Y mientras tanto, los de siempre seguiremos escribiendo, hablando y alertando. Porque si este artículo le hace a usted ir mañana a comprar un extintor, o al menos buscar «extintor precio» en su buscador favorito, entonces habrá valido la pena.
No esperemos al siguiente susto. No dejemos que el humo nos despierte de la siesta. La seguridad comienza en casa y cuesta mucho menos de lo que creemos.
